20070630

Se me perdió en el mar...


Era de noche, el trayecto del aeropuerto al hotel se hizo mil veces más agradable al ir manejando un Mercedes color champagne; curioso que los lujos no conocidos antes causen tanto gusto. Y curioso encontrar un auto de un color tan peculiar.

Pronto llegamos al majestuoso hotel, ¡vaya que era impresionante!; por todos lados se apreciaban muros de color anaranjado que resaltaban aún en la oscuridad. Bajamos las cuatro para instalarnos y esperar al siguiente día la boda a la que habíamos sido invitadas; mi abuela, mi madre, mi hermana y yo, tres generaciones que a excepción de eventos familiares, no se habían reunido en un lugar tan lejano.

Justo estabamos por ir a nuestra habitación cuando atravesamos los jardines donde se celebraría la boda; ¡vaya que los novios habían invertido en tan elegante evento!. Todo habría sido perfecto de no ser porque las olas reventaban demasiado cerca de la barda que nos separaba, el mar parecía furioso de no haber sido invitado.

Mi abuela había decidido ir al baño dentro del edificio circular de color anaranjado que estaba cerca del mar. Todo sucedió muy rápido; el molesto mar rompió la barda; mesas, sillas y todo artefacto que se ponía en su camino era arrastrado. Incluso el jardín era arrancado del suelo a su paso. Lo único que alcancé a ver fue a mi abuela a través de una ventana secándose las manos; aquel edificio ahora se veía más lejano, por algún extraño motivo elevado y rodeado por agua.

Mi madre estaba angustiada de no encontrar a su madre, la encomendé con mi hermana mientras me disponía a cruzar el sendero de agua e ir a buscarle. Por algún motivo no me extrañó que mi hermana fuera una total desconocida para mi. Nadé como no había nadado en años, contra la corriente y soportando el dolor en mis atrofiados brazos; al mismo tiempo veía a un grupo de gente sobre el edificio alejado, entre ellos mi abuela; todos lucían tranquilos y solo parecían contemplar el mar y la gente cada vez más lejana al otro lado; pero cosa curiosa, todos cargaban cámaras fotográficas.

Cuando llegué a la orilla del edificio vi a mi abuela en la parte superior, estaba tranquila y sonreía pero a la vez parecía tener prisa por irse; le grité que me esperara que no saltara y que yo le ayudaría a regresar. De algún modo logré trepar al edificio mientras a mis espaldas caía gente desde lo más alto del mismo directo al mar, solo se oía el crujir del agua al recibir a los caídos. Una vez que llegué a lo más alto solo vi a la misma gente asomada y viendo a lo lejos con sus cámaras fotográficas; pero ella ya no estaba. Busqué por todos lados, voltee rostros para reconocerla, para encontrarla, pregunté a otras personas sobre su paradero y nadie parecía saber de ella. Mis temores crecieron cuando pasó por mi mente que se había arrojado al mar a mi encuentro. Enseguida comencé a examinar las aguas debajo de donde estaba; había gente flotando en ellas pero todas esas personas eran desconocidas, ninguna de ellas era mi abuela... y todas sostenían una cámara.

En ese momento llegó a mi mente la frase que me dolió en lo más profundo: "ella ya está muerta". Fue entonces cuando recordé que la neumonía me la arrancó el 19 de noviembre pasado, cuando me di cuenta que estaba soñando, que mi madre duerme en su cama y que ninguna de mis hermanas era la mujer con quien había hablado. Fue entonces que mis lagrimas me despertaron y me regresaron a mi cuarto.

Se que aún no se cumple un año, que la herida aún es reciente, pero no logro aceptarlo. Sigo llamando a su casa como "la casa de mi abuela", supongo que es costumbre, o quizá el siemple deseo de que si toco a la puerta, ella saldrá a recibirme. No he regresado ahí desde el último rosario, la misa del primer mes.

Sigo llorando; supongo que no es algo que termine tan pronto; quizá eventualmente deje de doler. Solo se que se la llevó el mar hace un rato mientras dormía; odio las metáforas.

1 comentario:

Scarlett Freyre dijo...

La muerte es muy normal. Tu abuela como tal ya no existe, existe tu gran cariño, animo!.